domingo, 21 de diciembre de 2014

Pero no merece la pena que nos dejemos invadir por la tristeza. Nada tiene arreglo: evidencia que hay que llevar con asco y con resignación. Y, como los más elegantes gladiadores del circo romano, con una vaga sonrisa en los labios.
C. J. C.

-La historia es como la circulación de la sangre o como la digestión de los alimentos. Las arterias y el estómago, por donde corre y en el que se cuece la sustancia histórica, son de duro y frío pedernal. Las ideas son un atavismo —algún día se reconocerá— jamás una cultura y menos aún una tradición. La cultura y la tradición del hombre, como la cultura y la tradición de la hiena o de la hormiga, pudieran orientarse sobre una rosa de tres solos vientos: comer, reproducirse y destruirse. La cultura y la tradición no son jamás ideológicas y si, siempre, instintivas. La ley de la herencia —que es la más pasmosa ley de la biología— no está ajena a esto que aquí vengo diciendo. En este sentido, quizás admitiese que hay una cultura y una tradición de la sangre. Los biólogos, sagazmente, le llaman instinto. Quienes niegan o, al menos, relegan al instinto —los ideólogos—, construyen su artilugio sobre la problemática existencia de lo que llaman el "hombre interior", olvidando la luminosa adivinación de Goethe: está fuera todo lo que está dentro

-Seguimos en las mismas inútiles resignaciones... Es grave confundir la anestesia con la esperanza...

-El mundo gira, y las ideas (?) de los gobernantes del mundo, las histerias, las soberbias, los enfermizos atavismos de los gobernantes del mundo, giran también y a compás y según convenga. En este valle de lágrimas faltan dos cosas: salud para rebelarse y decencia para mantener la rebelión; honestamente y sin reticencias, con naturalidad y sin fingir extrañas tragedias, sin caridad, sin escrúpulos, sin insomnios (tal como los astros marchan o los escarabajos se hacen el amor). Todo lo demás es pacto y música de flauta.

-Lo único que al escritor no le está permitido es sonreír, presentarse a los concursos literarios, pedir dinero a las fundaciones y quedarse entre Pinto y Valdemoro, a mitad de camino

-A la sociedad, para ser feliz en su anestesia (las hojas del rábano de la esperanza), le sobran los escritores. Lo malo para la sociedad es que no ha encontrado la fórmula de raerlos de sí o de hacerlos callar. Tampoco está en el camino de conseguirlo.

-políticos obstinados en conducir al hombre por derroteros artificiales (todos los derroteros por donde los políticos han querido conducir al hombre son artificiales, y todos los políticos se obstinaron en no permitir al hombre caminar por su natural senda de íntima libertad).

-La historia tiene ya el número de páginas suficientes para enseñarnos dos cosas: que jamás los poderosos coincidieron con los mejores, y que jamás la política (contra todas las apariencias) fue tejida por los políticos (meros canalizadores de la inercia histórica). El fiscal de esta inercia y de los zurriagazos de quienes quieren, vanamente, llevarla por aquí o por allá, es el escritor. El resultado nada ha de importarle. La literatura no es una charada: es una actitud.
C. J. C.

-"Hay quien es un artista afilando lápices, les saca una punta que clavaria como una aguja y no la estropean jamás."

- La gente es cobista por estupidez y, a veces, sonríen aunque en el fondo de su alma sientan una repugnancia inmensa, una repugnancia que casi no pueden contener. Por coba se puede llegar hasta el asesinato;

-Los corazones no duelen y pueden sufrir, hora tras hora, hasta toda una vida, sin que nadie sepamos nunca, demasiado a ciencia cierta, qué es lo que pasa.

- probablemente lo que necesita es cariño, y que la mimen mucho, que estén todo el día contemplándola.

-Cuando mira para una, parece como si la desnudara.

-
Don Jaime Arce ya no piensa ni en los espejos, ni en las viejas pudibundas, ni en los tuberculosos que albergará el Café (un 10% aproximadamente), ni en los afiladores de lápices, ni en la circulación de la sangre. A don Jaime Arce, a última hora de la tarde, le invade un sopor que le atonta.

-Macario, por dentro, sonríe; por fuera, casi, casi. Macaririo es un sentimental mal alimentado

-El Café, antes de media hora, quedará vacio. Igual que un hombre al que se le hubiera borrado de repente la memoria.

-Va descalzo y con el pecho al aire, y representa tener unos seis años. Canta solo, animándose con sus propias palmas y moviendo el culito a compás.

-Hay algunas personas que lo mismo sirven para un roto que para un descosido.

-mira con cierto miedo a todas las caras que le resultan algo conocidas, pero que no llega a identificar. El hombre siempre piensa que se le van a echar encima y que le van a empezar a decir cosas desagradables; si comiese mejor, probablemente no le pasaría esto.

-Celestino, en la cama, lo que suele leer son romances y quintillas, a Nietzsche lo deja para por el día

-Echados sobre el diván, con las caras muy juntas, tienen los ojos entornados mientras se complacen en pensar, vagarosamente, en nada o en casi nada.

-cinco o seis chicas dormitan aburridas y con cara de no estar ni tristes ni contentas.

-Y algunas docenas de muchachas esperan —¿qué esperan, Dios mío?, ¿por qué las tienen tan engañadas?— con la mente llena de dorados sueños.

- todo en su imaginación eran mutaciones, apariciones y desapariciones.

-siente una sensación rara. A veces nota como un pesar, mientras que otras veces tiene que hacer esfuerzos para no sonreír.

-contagiados, todavía sin saber por qué, de la alegría

-honestas normandas que se echaron a la vida para ahorrar para el traje de novia, enfermizas parisinas —algunas con un pasado esplendoroso— que despreciaban profundamente al chófer, al comerciante que sacaba sus buenas siete pesetas del bolsillo



.Aún quedan tranvías en los que la gente se sienta cara a cara, en dos largas filas que se contemplan con detenimiento, hasta con curiosidad incluso.







-¡Es que estoy que no me llega la camisa al cuerpo!




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